13 de diciembre de 2006

Racismo: quien tiro la primera piedra?

Negar el Holocausto es el argumento inocuo de los racistas contra los judíos. Pero el tema suele tener varias aristas. Por ejemplo, para el Presidente de Iran, Mahmud Ahmadineyad, es una forma de fungir de abanderado del movimiento islamita en el mundo árabe. Para los “negacionistas” que asistieron al forum convocado por Ahmadineyad en Irán esta semana, es también una estrategia para negarle autoridad moral al pueblo de Israel. En este contexto es que Ahmadineyad puede declarar que a “Israel hay que borrarlo del mapa”. ¿Quien podría creerle a este hombre, que el programa nuclear que están desarrollando no tiene fines beligerantes? Cuando su tono hostil es de un racismo extremista, solamente comparable a las declaraciones de Adolfo Hitler.

Por supuesto que quienes sabemos que Ahmadineyad reina pero no gobierna Irán, nos damos cuenta que sus discursos solamente trascienden en los forums de los racistas, que encuentran en el régimen iraní, un ágora de doctrinas obsoletas. En realidad quien gobierna Irán es el Ayatolá por que Irán es un Estado musulmán, donde manda la iglesia de ese país y no el presidente de turno.

El pueblo de Irán, por su parte es de un alto nivel cultural, bastante más occidentalizado de lo que muchos se imaginan y que busca por medios pacíficos liberarse de la elite religiosa y politiquera que gobierna Irán. Lamentablemente la prensa estadounidense no habla mucho de este tema, sino de las amenazas de Ahmadineyad.

Lo cierto es que el peligro de un cuarto Reich con Ahmadineyad, solamente puede realizarse en la imaginación de los neocons en la Casa Blanca, que encuentran por demás estimulantes para sus planes de guerra, las amenazas delirantes del régimen racista de Ahmadineyad.

Otro racista que niega el holocausto es Mel Gibson, pero esa es una borrachera ideológica de proporciones cinematográficas.

Sin embargo las fantasías de Gibson, el cineasta, demuestra que toda interpretación dogmática de la vida de cristo, termina llena de espinas antisemitas. Por eso los historiadores afirman que la raíz del problema racial esta en la iglesia.

La versión de la historia del racismo que incomoda a la iglesia, comienza en el concilio de Nicea, en el año 325, donde la iglesia católica abandono su propia tradición judeocristiana.

El emperador Constantino, que no era cristiano sino un romano pagano, pero con una gran habilidad política para manejar a las masas, que por ese entonces amenazaban la estabilidad del Imperio romano, fue quien presidio dicho concilio y dispuso que las normas que regulaban la vida de las comunidades cristinas, fueran declaradas inválidas.

Según los historiadores el Jesús original, que respondía al modelo del Mesías Judío, elegido de Dios y de naturaleza exclusivamente humana, fue sustituido por el Cristo de San Pablo. Jesús Cristo termina fundido en un único ser, con el Dios Padre y el misterioso Espíritu Santo, que descendió sobre los apóstoles.

Todo ello como una afirmación dogmática, definida como verdad revelada, que es de aceptación obligatoria para todos los católicos hasta el día de hoy.

Jesús desaparece del ámbito terrenal. Ya no es más el heredero de los judíos. El judío fue entonces Judas Iscariote, que traiciono a Cristo. Y así comienzo la larga persecución de un pueblo ancestral, cuya religión para muchos, parece ser un estigma.

Según el investigador John Cornwell, cientos de años antes de Hitler, el consejo ecuménico de Lateran en Roma, obligo a los judíos a que usaran una insignia y el Papa Pablo IV, en el siglo diez y seis, creo el Ghetto de Roma para los judíos.

Durante la revolución francesa, cuando la iglesia perdió el poder omnipotente que le había otorgado la realeza y se separo la Iglesia del Estado; los curas acusaron a los revolucionarios de “judíos”.

Hitler también uso a los judíos de “chivos expiatorios”, para justificar la derrota de Alemania en la primera Guerra Mundial. Los acuso de conspirar, con los bolcheviques, para derrocar al gobierno alemán de la post guerra.

La iglesia, representada por el Papa Eugenio Pacelli (Pio XII), jamás denuncio el Holocausto, por el contrario, ignoro los artículos de la prensa y las protestas de los embajadores de Gran Bretaña, Brasil y Estados Unidos, que durante un año, en 1944, hicieron un penoso “lobby” en el Vaticano, para que el Papa se pronunciara contra las atrocidades que cometían los Nazis contra los judíos, pero el líder moral de la iglesia católica opto por guardar silencio.




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