Obama esta demostrando tener buenos reflejos en su lucha por revitalizar un programa político de reformas amenazado por la vitalidad del movimiento ultraderechista sobre el que cabalga la oposición republicana.
La perdida de Massachusetts, el corazón del pensamiento progresista estadounidense, es doloroso por múltiples razones prácticas y emocionales. Pero quizá la más importante de todas es la desolación reinante por haber perdido en tan poco tiempo el afecto que hace 12 meses el país le entregó a raudales.
La derrota de Massachusetts es una queja que está centrada y simbolizada el rechazo a la reforma sanitaria. Parece que los mismos que apoyaron a Ted Kennedy desde siempre ahora estan los suficientemente confundidos como para haberse comprado la versión republicana de que las reformas de Obama son muy caras, muy izquierdistas y poco eficaces.
Es, desde luego, una situación política extremadamente delicada que requiere movimientos sabios y finos de parte del presidente para rescatar su gestión. Obviamente, no está todo perdido. La mitad del país todavía le apoya, y hay tiempo y oportunidades de sobra para hacer los ajustes que se decidan.
Tal parece que el presidente a optado por acentuar el ritmo y la profundidad de los cambios y dejar de lado politicas bipartidistas quemuy poco ha rendido en el primer año de gobierno del presidente Obama.
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