8 de enero de 2012

El Cine de Douglas Sirk por Reiner Fassbinder

El Realizador Douglas Sirk inspiro  la obra filmica de su compatriota Reiner Fassbinder
El cine es como un campo de batalla”, decía Sam Fuller -que en 1948 escribió el guión de “Los Amantes” (Shockproof) para Douglas Sirk- y lo decía en una película de Jean-Luc Godard, frase que poco antes de rodar “Sin Aliento”  (A bout de soufflé, Al final de la escapada)  también escribió en el número 94 de Cahiers du Cinéma a propósito de “Tiempo de vivir y tiempo de morir”  (A time to love and a time to die, 1958). Pero ninguno de nosotros, ni Godard, ni Fuller, ni yo ni nadie, estamos a la altura de Douglas Sirk, el cual dijo: “El cine es sangre, lágrimas, violencia, odio, muerte y amor”. Y Sirk ha hecho películas con sangre, con lágrimas, con  violencia y odio, -películas con muerte y con amor. Sirk dijo: “No se pueden hacer películas sobre las cosas, sólo se pueden hacer películas con cosas, con luz, flores, espejos, sangre y con todas las cosas fantásticas que hacen  la vida digna de ser vivida”. Sirk también dijo: “una teoría de la realización de cine está en la iluminación y los encuadres”. Y Sirk ha hecho las películas más tiernas que conozco; las películas de alguien que ama a la gente y no la desprecia como nosotros. Darryl F. Zanuck le dijo un día a Sirk: “Esta película va  a gustar en Kansas City y en Singapur”.  Estados Unidos es realmente especial.

Douglas Sirk tenía una abuela que escribía poemas y tenía el cabello negro. En esa época, Douglas  todavía se llamaba Detlef y vivía en Dinamarca. Hacia 1910, los países nórdicos producían sus propias películas y sobre todo estaban especializados en grandes dramas humanos. Y así, el joven Detlef y su abuela poetisa acudían a un minúsculo cine danés para llorar todas las lágrimas de su cuerpo ante la trágica muerte de Asta Nielsen y muchas bellas maquilladas en tonos pálidos, muy pálidos. Sólo podían ir en secreto porque se suponía que Detlef Sierck tenía que ser educado en la tradición germánica, con una educación estrictamente clásica, de modo que un día su amor por Asta Nielsen se transformó en amor por Clytenmestra. Trabajó en el teatro: en Alemania, en Bremen, Chemnitz, Hamburgo y Leipzig. Este hombre instruido también era un hombre cultivado. Max Brod se contaba entre sus amigos, conocia la obra de Kafka y demás. Parecía que iba a comenzar una carrera que le llevaría a dirigir la Residenztheater de Munich. Pero no: en 1937, después de haber rodado algunas películas en Alemania para la U.F.A.  Detlef Sierck emigró a Estados Unidos, se convirtió en Douglas Sirk y dirigió unas películas que apenas podrían arrancarles una sonrisa a los alemanaes que tuvieron su mima formación.

LO QUE EL CIELO NOS DA
(All that heaven allows, 1956)
Sucede entonces que puedes toparte con un hombre en Lugano, Suiza, alerta y tan inteligente que no se parece a ninguno de los que he conocido; alguien que puede decir, con una imperceptible sonrisa de felicidad: “A veces he amado mucho, verdaderamente mucho, las cosas que he hecho”. Lo que habría amado, por ejemplo,  sería “Lo que el cielo nos da” (All that heaven allows, 1956). En ella Jane Wyman es una viuda rica; Rock Hudson poda sus árboles. En el jardín de Jane crece un árbol que sólo florece donde hay amor y así, después de un encuentro fortuito, crece el amor de su vida entre Jane y Rock. Pero Rock es quince años más joven y Jane está completamente integrada en la vida social de su pequeña ciudad norteamericana. Rock es un rústico y Jane tiene mucho que perder: sus amigos,  el status que debe a su difunto marido, sus hijos. Al principio, Rock está enamorado de la Naturaleza y Jane no ama nada porque lo tiene todo.

Es un inicio lindamente asbisal para el gran amor de la vida de uno. Ella, él y el mundo donde viven, tal es la situación básica. Él ve en ella algo maternal, parece capaz de enternecerse en el momento oportuno: comprendemos muy bien lo que Rock ve en ella. Él es un tronco de árbol. Tiene razón al quererla. El mundo que les rodea es malo. Todas las mujeres son demasiado charlatanas. El único hombre que hay en la película es Rock; por eso los sillones y las gafas tienen tanta importancia. Después de ver esta película, el último lugar en donde quisiera vivir sería una pequeña ciudad norteamericana. Lo que cuenta es que, al llegar el realto a cierto punto, Jane le dice a Rock que va a dejarlo, a causa de sus estupídos hijos y demás. Rock no protesta demasiado, después de todo le queda la Naturaleza. Pero he aquí que  Jane se sienta a celebrar la Navidad, sus hijos van a abandonarla de cualquier manera y le han dado como regalo de Pascuas un aparato de televisión. Es excesivo. Nos están contando algo sobre el mundo y lo que nos hace. Más tarde, Jane vuelve a Rock porque tiene jaquecas, lo que nos ocurre a todos si no fornicamos de vez en cuando.  Pero aunque ella ha regresado, no habrá final feliz. Si alguien ha complicado tanto su vida amorosa con otra persona, los dos juntos no podrán vivir felices después.

Este es el tipo de cosas sobre las que hace películas Douglas Sirk. La gente no puede vivir sola, pero tampoco puede vivir acompañada. Y por esto, sus películas son tan desesperadas. “Lo que el cielo nos da” empieza con un gran plano de la pequeña ciudad sobre la que aparecen los títulos. Impresión de gran tristeza. Después, viene un plano con grúa sobre la casa de Jane; una amiga llega para devolverle una vajilla que le había prestado. ¡Qué tristeza! Un movimiento lateral sigue a las dos mujeres y allá en el fondo del campo se halla Rock Hudson, borroso, en la forma como generalmente aparecen los extras en las películas de Hollywood. Y como su amiga no tiene tiempo para tomarse un café, Jane se lo toma con el extra. Hasta ese estadio del relato, sólo ha habido close ups (primeros planos) de Jane Wyman; Rock todavía no cobra ninguna significación real. Una vez que la haya cobrado, tendrá también sus primeros planos. Es sencillo y hermoso. Y todo el mundo lo comprende.

Las películas de Sirk son descriptivas. Hay muy pocos primeros planos. Incluso en los campo-contracampo el interlocutor no aparece enteramente en el cuadro. La intensa emoción que experimenta el espectador no es el resultado de una identificación, sino que proviene del montaje y la música. Por eso salimos de estas películas sintiéndonos de alguna manera insatisfechos. Lo que hemos visto les ha ocurrido a otras personas. Y si algo de lo que hemos visto nos concierne personalmente, tenemos libertad para admitirlo o reírnos de su significado. Los hijos de Jane pertenecen a otra especie. Conocen  a un vejete a quién consideran inferior en todos sentidos, en juventud, en conocimiento y demás, y piensan que podrían utilizarlo para que consumara un matrimonio ideal con la madre. Ahí también esta Rock, no mucho mayor que ellos, más guapo y menos estúpido. Pero ante él reaccionan con terror. Es fantástico. El hijo de Jane ofrece un cocktail a los dos hombres, al viejo y a Rock. Ambos le alaban las bebidas. Cuando lo hace el viejo, los hijos rebosan alegría. Pero con las felicitaciones de Rock se hace explosiva la tensión en la habitación. Las dos veces es el mismo plano. Es excepcional la forma de dirigir actores de Sirk. Si se consideran las últimas películas de Fritz Lang rodadas en esa época, donde la incompetencia es visible por todas partes, podremos apreciar con seguridad el talento de Sirk. En las películas de Sirk las mujeres piensan. Y esto es algo que jamás me ha llamado la atención en otros directores. Por lo regular las mujeres están reaccionando, haciendo lo que supone que dben hacer, pero en Sirk ellas piensan. Es algo para ser visto. Es formidable ver pensar a las mujeres. Nos da esperanzas. Honestamente.

Pero en Sirk, la gente está ubicada siempre en compartimientos ya muy determinados por la situación social. Son increíblemente exactos. En la casa de Jane sólo hay una manera posible de desplazarse. Sólo se pueden decir un tipo de frases cuando se quiere hablar, un sólo tipo de gestos cuando se quiere expresar algo. ¿Podrá cambiar Jane cuando vaya a otra casa, por ejemplo, a la de Rock? Ahí habría una esperanza. Pero por otra parte, quizá está tan recluida en sus estereotipos que en la casa de Rock echará de menos el tipo de vida al cual está acostumbrada y que se ha convertido en el suyo. Por esto, el happy end no lo es. Jane se adapta mejor con su propio domicilio que con el de Rock.



Palabras al viento”
(Written on the wind, 1956)  Es la historia de una familia inmensamente rica. Robert Stack interpreta al hijo que nunca ha conseguido igualar a su amigo, Rock Hudson. Robert Stack sabe gastar su dinero: conduce aeroplanos, conquista chicas, bebe; Rock Hudson es su compañero permanente. Pero no son felices. Sus vidas están desprovistas de amor. Entonces conocen a Lauren Bacall. Evidentemente, es diferente de todas las demás mujeres: se gana la vida, tiene sentido práctico, es tierna y comprensiva. Sin embargo, escoge al malo, Robert, mientras que el bueno, Rock, le convendría más. Rock también sabe trabajar para ganarse la vida, tiene sentido práctico, es generoso y comprensivo como ella. Y ella pone su mirada en aquél con quién las cosas no pueden durar mucho tiempo. En su primer encuentro con el padre de Robert Stack, Lauren Bacall le pide que dé a su hijo una nueva oportunidad. Es repugnante ver cómo la hermosa dama da un golpe bajo al chico bueno para favorecer al malo. Sí, verdaderamente, todo ha comenzado mal. Esperémoslo.

Dorothy Malone, la hermana de Robert, es la única que ama a quien debe, es decir, a Rock Hudson, y es fiel a este amor, lo cual es absolutamente ridículo. Tiene que ser ridículo el que otra persona piense que sus acciones sucedáneas son lo verdadero; y es muy claro que todo lo que ella hace, lo esta haciendo porque no puede tener lo verdadero.

Lauren Bacall es un sucedáneo para Robert Stack, ya que no puede ignorar que nunca será capaz de amarla y viceversa. Su padre sujeta en la mano un pozo de petróleo que parece un sustitutivo del falo.  Y al final,  cuando Dorothy Malone, única superviviente de la familia, tiene ese mismo falo en la mano, resulta por lo menos algo tan miserable como el aparto de televisión que le regalan a Jane Wyman en Navidad en “Lo que el cielo nos da”. Aquel era el sucedáneo de la vida sexual que le escatimaban sus hijos a Jane; el imperio petrolero de Dorothy Malone es el sucedáneo de Rock Hudson. Espero que ella no vaya a ponerse a fornicar y enloquezca como Marianne Koch en “Interludio”. Para Douglas Sirk, la locura es un signo de esperanza, creo.

Rock Hudson en “Palabras al viento” es, de pies a cabeza, el cerdo más absoluto del mundo. ¿Cómo es posible que no conmueva ante el cariño que le tiene Dorothy Malone? Ella se le ofrece, persigue a los hombres que vagamente se le parecen para que él lo entienda. Y todo lo que él puede decir es:  ”Jamás podré satisfacerte”. Dios mío, claro que sí podría. Mientras Dorothy baila en su habitación, interpretado  la danza de un cadáver -quizá en este momento comienza su locura- su padre muere. Muere porque es culpable. Siempre le inculcó a su hijo que Rock Hudson era mejor que ellos, hasta que acabó por ser verdad. Porque él nunca ha podido hacer lo que ha querido y siempre ha pensado que el padre de Rock -que no ha hecho dinero y puede irse a cazar cuando quiere- vale más que él. Los hijos no son más que pichones desvalidos y tontos. Probablemente el hombre comprendió su falta y por eso se mató. De cualquier modo, lo entiende el espectador. Su muerte no es terrible.

Porque Robert no ama a Lauren, quiere un hijo de ella. O porque nunca ha tenido la ocasión de lograr nada y al menos quiere engendrar un hijo. Pero sus esfuerzos revelan una debilidad fatal. Robert vuelve a beber. Ahora queda claro que Lauren Bacall no le sirve de ayuda a su marido. En lugar de beber con él y comprender algo de sus sufrimientos, ella se vuelve más noble y pura que nunca, tanto que cada vez nos sentimos peor y vemos más claramente lo bien que estaría con Rock, que también nos hace sentirnos muy mal a la vez que muestra una gran nobleza. Las personas que están hechas para ser útiles, con sus cabezas llenas de sueños fabricados, siempre son acorraladas. Si Lauren Bacall hubiese “vivido con” Robert Stack en lugar de “vivir a su lado”, a través de él y para él, habría podido creer que el niño que está esperando verdaderamente es suyo. Habría evitado muchos sufrimientos. Pero, tal como está la situación, el niño pertenece más a Rock, aunque nunca se haya acostado con Lauren.

Dorothy comete una mala acción al enfrentar a su hermano con Laureen y Rock. Pero de todas maneras la amo como raramente he amado a alguien en el cine, como un espectador que rastrea con Douglas Sirk ñas huellas de la desesperación humana. En “Palabras al viento” el bueno, el “nornal” y el “guapo” son siempre totalmente vomitivos; el malo, el débil y el disoluto le inspiran compasión a todos. Incluso a los manipuladores del bien.

Y una vez más, la mansión donde ocurre todo esto. Regida, por decirlo de alguna manera, por una inmensa escalera. Y los espejos. Y las flores imperecederas. Y el oro. Y el frío. La casa que uno se construiría si tuviese mucho dinero. Una casa con todos los accesorios que implica la auténtica riqueza y donde uno no puede sentirse a gusto. Como el Oktoberfest donde todo es color y movimiento y donde uno siente la misma soledad que los demás. Las emociones humanas se consideran la flor más extraña en la casa que Douglas Sirk construyó para los Hadley. La iluminación de Sirk siempre es lo menos natural posible. La presencia de sombras donde no deben hace plausibles ciertos sentimientos que se hubiese tendido a no encontrar verosímiles. También los encuadres de “Palabras al viento” casi siempre son inclinados, generalmente tomados desde abajo, de modo que lo raro queda plasmado en la pantalla y no sólo en la mente del espectador. El cine de Douglas Sirk libera la mente.

Interludio

Interludio (Interlude, 1956) es una película de difícil comprensión. De entrada, todo tiene un aire falso. La historia sucede en Munich, pero sabemos que esta ciudad no es así en la realidad. El Munich de “Interludio” está fabricado con piezas de decorados monumentales: Königsplatz, Nymphenburg, Herkulessaal..Al cabo de un rato comprendemos que es el Munich que puede ver una norteamericana. June Allyson viaja a Munich para conocer Europa. Lo que allí encuentra es un gran amor, el amor de su vida: Rossano Brazzi en el papel de un director de orquesta a lo Karajan. June Allyson es ligeramente diferente del tipo de heroínas de Sirk. Tiene un aire demasiado natural, demasiado sano. Demasiado alegre. Sin embargo, al final no se sentirá tan bien. Rossano Brazzi nunca abandona su papel de director de orquesta, ni durante los más dulces y tiernos diálogos amorosos. Su forma de desplazarse revela una genial dirección de actores: siempre como un gallito, siempre con un aire teatral, incluso en los momentos de sinceridad. Brazzi interpreta su papel como habría que interpretar Musik de Wedekind.

Brazzi tiene una esposa,  Marianne Koch. Y para quien quiera comprender la visión del mundo de Sirk, este personaje tiene una importancia crucial. Marianne está enamorada de Brazzi. Él se ha casado con ella, y ella siempre ha sido feliz hasta que ha vivido con él y su amor la ha destruido. Se ha vuelto loca. Todos los personajes sirkianos tratan de realizar un ideal, satisfacer un violento deseo. El que obtiene todo lo que desea es destruido. ¿Esto significa que en nuestra sociedad sólo son aceptadas las personas que persiguen algo como el perro con la lengua fuera? En tanto se atienen a las reglas que les permiten ser útiles.

Cuando veo las películas de Douglas Sirk cada vez me convenzo más de que el amor es el mejor, el más insidioso y el más eficaz de los instrumentos de represión social. June Allyson se lleva con ella a Estados Unidos un menor gran amor. Pero tampoco serán felices juntos. Ella siempre soñará con su director de orquesta y él siempre verá rastros de sus deseos insatisfechos. De ahora en adelante, sólo les absorberá su trabajo, que naturalmente estallará cuando le llegue su turno.  Muy justo.

Los diablos del aire

“Los Diablos del Aire” (The Tarnished angeles, 1958 ) es la única película de Sirk en blanco y negro que he podido ver. Es la película en que tuvo más libertad. Una película increíblemente pesimista. Se basa en una novela de Faulkner que desafortunadamente no conozco. Aparentemente Sirk la profanó, lo cual le sienta muy bien”. (La novela es “Pylon”).

La película, como “La Strada”, muestra una profesión moribunda, sólo que no de una manera tan horriblemente pretenciosa. Robert Stack sirvió como piloto en la Primera Guerra Mundial. Nunca ha querido hacer otra cosa que volar; por eso ahora participa en un espectáculo aéreo dando vueltas entre obstáculos. Dorothy Malone es su esposa; hace pruebas de salto en paracaídas. Apenas pueden ganarse la vida. Robert es valiente, pero no sabe de máquinas; así que tiene un mecánico, Jiggs, tercero del equipo, que está enamorado de Dorothy. Robert y Dorothy tienen un Hijo. Rock Hudson lo conoce cuando lo estaban encarneciendo otros competidores: ‘¿Quién es tu papi, chico? ¿Jiggs o…?’ Rock Hudson es un periodista que quiere escribir un reportaje sensacional sobre ese grupo de gitanos del aire que, en vez de sangre, tiene gasolina en las venas. Sucede que los Schumann no tienen donde alojarse; así que Hudson los invita a su casa. En el transcurso de la noche Dorothy y Rock se llegan a conocer mutuamente. Tenemos la impresión de que los dos tiene todavía mucho que decirse. Rock pierde su empleo, uno de los competidores se estrella en la carrera aérea, se sugiere que Dorothy se ha tenido que prostituira causa de un avión que averió Robert. Resulta, además, que Rock y Dorothy no tenían tanto que decirse después de todo, que Jiggs repara un avión averiado y que Robert se eleva y se mata.

Solo derrotas. La película no es más que una acumulación de derrotas. Dorothy está enamorada de Robert. Robert está enamorado del vuelo, y Jiggs esta enamorado de Robert ¿o de Dorothy, o de Rock?. Rock no esta enamorado de Dorothy, ni Dorothy está enamorada de Rock. Cuando la película por un instante, hace a uno creer que están enamorados, es una gran mentira; ellos mismos sólo llegan a creerlo por un par de segundos. ¿Quizá sí…? Luego, ya al final, Robert le dice a Dorothy que después de la carrera va a dejar de volar. Por supuesto lo ha dicho cuando ya estaba a punto de matarse. Sería inconcebible que Robert pudiera estar realmente involucrado con Dorothy, en vez de estarlo con la muerte.

La cámara siempre está en movimiento. A semejanza de los personajes va de un lado a otro, pretendiendo que algo va a suceder realmente. Todo está de hecho tan completamente acabado que todos los elementos deberían desistir y enterrarse de una vez. Incluyendo los travellings, los movimientos de grúa y las panorámicas. Douglas Sirk mira a estos cadáveres con tal ternura y esplendor que empezamos a sospechar que alguien tiene la culpa de que estos personajes estén tan mal y pueden ser, no obstante tan agradables. La culpa la tienen el miedo y la soledad. Pocas veces he sentido tanto miedo y tanta soledad como en esta película. Los espectadores se sienten en el cine como el niño de los Schumann en el tiovivo: vemos lo que sucede, queremos avalanzarnos y ayudar, pero pensándolo bien, ¿Qué puede hacer un chavo en contra de una catástrofe aérea? Todos están allí para lamentar la muerte de Robert. A eso se debe, en última instancia, que Dorothy Malone esté tan histérica. Es que ella sabe. Y Rock Hudson, que quiere ganar la noticia. Apenas la consigue se pone a gritonearla a sus colegas. Y Jiggs, que no debería haber reparado el avión, se sienta a preguntar: ‘¿Dónde están todos?’ Está muy mal eso de que nunca se hubiera dado cuenta de que, en realidad, nunca ha habido nadie. El verdadero tema de esta película es la manera en que la gente se engaña a si misma. Y la razón de que te engañes a ti mismo. Dorothy vi por primera vez a Robert en imagen, en un poster que lo exhibía como un osado piloto; y se enamoró de él. Por supuesto, Robert nada tenía que ver con su imagen. ¿Qué te queda? Engañarte a ti mismo. No hay de otra. Nos decimos a nostros mismo, y quisiéramos podérselo decir a Dorothy, que sólo se trataba de un acto compulsivo, que su amor por Robert nunca fue verdadero. ¿De que serviría? La soledad es más fácil de soportar si guardas intactas tus ilusiones.

En esas estás. Pienso que la película es la demostración de que nada es como lo ves. Sirk ha hecho una película en la que hay una acción continua, en la que siempre está pasando algo, y en la que la cámara está moviéndose todo el tiempo; y comprendemos que es la soledad y cómo nos obliga a mentir. Y lo equivocados que estamos al mentir, y lo tontos que somos.

“Tiempo de vivir y tiempo de morir”  (A time to love and a time to die, 1957). 
Es la historia de John Gavin, que llega de permiso a Berlín desde el Frente Oriental. La casa de sus padres ha sido bombardeada. Por casualidad se encuentra con Liselotte Pulver, a la que conoció cuando eran niños. Como ambos están desesperados y solos empiezan a enamorarse. La película se llama adecuadamente “Tiempo de vivir y tiempo de morir”. Es tiempo de guerra, evidentemente tiempo de morir. Y en Douglas Sirk, donde hay muerte, bombas, frío y lágrimas puede desarrollarse el amor. Liselotte Pulver ha plantado perejil en el balcón de su ventana, única huella de vida entre los escombros. Desde el principio es evidente que John Gavin morirá al final y en cierto modo su muerte no tendrá que ver nada con la guerra. Una película sobre la guerra tendría que ser diferente. Esta es una película sobre una forma de ser. Sobre la guerra como circunstancia y terreno para el amor. Si estos mismos personajes, Liselotte Pulver y John Gavin se hubiesen encontrado, por ejemplo en 1971, se habrían reído, se habrían dicho: “¿Qué tal?”, ¡Qué coincidencia!”; y ahí habría acabado todo. En 1945 su amistad puede convertirse en un gran amor. Y es verdad. El problema no es el amor. Los problemas se plantean en el exterior. En el interior dos seres pueden sentir ternura el uno por el otro. Por primera vez en Douglas Sirk vemos un amor normal y a personas que no tienen nada de excepcionales. Miran con ojos sorprendidos lo que pasa a su alrededor. Todo les parece incomprensible, las bombas, la Gestapo, la locura. En tal situación el amor es la menos complicada de todas las cosas, la única que es posible comprender. Y se cobijan en él. Pero no quisiera imaginar lo que les habría sucedido si John hubiese sobrevivido a la guerra. La guerra y sus horrores no son más que un decorado. Nadie puede hacer una película sobre la guerra en sí misma; lo importante podría ser la forma en que las guerras empiezan, lo que producen en las personas, lo que dejan tras de sí. Esta no es una película pacifista; no pensamos ni un segundo: “Sin esta sucia guerra todo iría bien”, ni nada por el estilo. La novela de Eric Maria Remarque “Tiempo de amar, tiempo de morir” es pacifista. Remarque dice: si no fuera por la guerra, éste sería un gran amor. Sirk dice: si no fuera por la guerra, este amor no existiría.

Imitación de la vida (Imitation of life, 1959)

Imitación de la vida

“Imitación de la vida” (Imitation of life, 1959) es la última película de Douglas Sirk. Una gran película, una película genial sobre la vida y la muerte. El primero de sus grandes momentos:  Juanita Moore dice a Lana Turner que Sarah Jane es su hija. Juanita Moore es negra y Sarah Jane es casi blanca. Al principio, Lana Turner duda, luego comprende, vuelve a dudar y finalmente afirma que lo más natural del mundo es que una mujer negra tenga un hijo blanco. Pero nada es natural. Nunca. En toda la película. Y, sin embargo, todos intentan desesperadamente que sus pensamientos y sus deseos sean lo que más les convenga. Sarah Jane no quiere ser blanca porque piense que el blanco es un color más bonito que el negro, sino porque sabe que la vida es mucho más agradable si se es blanco. Si Lana Turner quiere ser actriz no es porque le guste, sino porque en la vida se ocupa un puesto mejor si se tiene éxito. Y si Juanita Moore quiere unos funerales espectaculares no es por lo que pueda sentir una vez muerta, sino porque quiere revalorizarse retrospectivamente ante los ojos del mundo, lo que le negaron mientras vivió. Ninguno de los protagonistas se da cuenta de que todo, pensamientos, deseos, sueños, proviene directamente de la realidad social o es manipulado por ella. No conozco ninguna otra película donde este hecho se exprese tan clara y desesperadamente.

Hacia el final de la película Juanita Moore dice a Lana Turner que tiene muchos amigos. Lana queda confusa. ¿Juanita Moore tiene amigos? Las dos mujeres viven juntas bajo el mismo techo desde hace años y Lana no sabe nada de Juanita. No es sorprendente que se extrañe. Lana también se extraña cuando su hija le reprocha haberla dejado siempre sola. E incluso cuando Sarah Jane lanza algunos sarcasmos a la diosa blanca porque tiene problemas y quiere que la tomen en serio, Lana Turner se muestra sorprendida. Y también le sorprende la muerte de Juanita Moore. ¿Cómo ha podido acostarse y morirse así? No es justo encontrarse de pronto frente a una realidad que ya no es color de rosa. Durante la segunda parte de la película, lo único que Lana puede hacer es sorprenderse. Resultado: en el futuro quiere interpretar papeles dramáticos. El sufrimiento, la muerte, las  lágrimas: indudablemente se puede sacar algo de todo esto. Y en este mundo es cuando el problema de Lana se convierte en el del cineasta. Lana es una actriz, y tal vez incluso una buena actriz. Nosotros nunca lo sabemos a ciencia cierta. Primero tiene que ganarse la vida y la de su hija. ¿O quiere hacer carrera por el puro placer personal? No parece demasiado afectada por la muerte de su marido. Todo lo que sabe de él es que era un buen director. Creo que quiere hacer carrera por su propio gusto. El dinero ocupa un lugar secundario para ella, el éxito es lo que más cuenta. En tercer lugar, está John Gavin. John ama a Lana; por amor a ella y por ayudarla, ha renunciado a sus ambiciones artísticas y comenzado a trabajar como fotógrafo en una agencia de publicidad. Lana no puede comprender que sacrifique su ambición al amor. También John es bastante tonto: le hace elegir a Lana entre el matrimonio y su carrera. A Lana esto le parece fantástico y dramático y escoge su carrera. Así suceden las cosas a lo largo de toda la película. Hacen proyectos para ser felices hasta que suena el teléfono para un nuevo papel y Lana revive. Esta mujer es un caso desesperado. John Gavin también. Tendría que haber comprendido antes que esto no podía funcionar. Pero a pesar de eso, une su vida a la de esta mujer. Las cosas que no pueden funcionar siempre son las que suscitan en nosotros un interés más duradero. Entonces, la hija de Lana Turner se enamora de John; es exactamente como debería ser Lana para satisfacer los deseos de John, pero no es Lana. Esto es comprensible. Sandra Dee es la única que no comprende. Tal vez porque las cosas no se comprenden cuando se está enamorado.

Juanita Moore también ama a su hija y no la comprende muy bien. Un día llueve, cuando Sarah Jane todavía es una niña, y Juanita Moore le lleva un paraguas al colegio. Sarah Jane había hecho creer que es blanca. Surge la verdad cuando su madre llega al colegio con el paraguas. Sarah Jane no lo olvidará jamás. El amor que Juanita Moore siente por su hija le impide comprender los hechos cuando poco antes de morir quiere ver a Sarah Jane por última vez. Para ella es un pecado que Sarah Jane quiera pasar por blanca. Lo más terrible de esta escena es que cuanto más cruel y malvada es Sarah Jane con su madre, más patética y lamentable es ésta. Realmente, lo brutal es que la madre quiera poseer a su hija porque la quiere. Y Sarah Jane se defiende contra el terrorismo maternal, contra el terrorismo del mundo. Lo cruel es que podemos comprenderlas. A menos que el mundo cambie. En este momento lloran todos los espectadores. Porque es difícil cambiar el mundo. Entonces todos los personajes se encuentran en el entierro de Juanita Moore y durante algunos minutos se comportan como si todo fuese bien. Y este “como si” es lo que les hace seguir en el mismo atolladero; les hace sospechar vagamente que buscan otra cosa, pero de nuevo se apresuran a olvidarlo.

“Imitación de la vida” comienza como una película sobre el personaje de Lana Turner y muy insensiblemente se convierte en una película sobre el personaje de Juanita Moore, la mujer negra. El cineasta abandona el problema que le concierne, el aspecto del argumento que concierne a su propio trabajo para investigar la imitación de la vida en el destino de Juanita Moore, en el que encuentra mucha más crueldad de la que puede encontrar en el caso de Lana Turner o en el suyo propio. Aún menos oportunidades. Aún más desesperanza.

Despedida

He intentado escribir sobre seis películas de Douglas Sirk y he descubierto la dificultad de escribir sobre películas que hablan de la vida y que no son literatura. He dejado a un lado muchas cosas que habrían podido tratarse más ampliamente. No he hablado bastante de la iluminación: de lo precisa que es, de cómo ayuda a Sirk a transformar la historia que tiene que contar. Su único rival en este terreno es Joseph von Sternberg. Y tampoco he hablado bastante de los decorados interiores que construía Douglas Sirk. De su increíble exactitud. Y no he subrayado que Sirk es un director que obtiene el máximo de los actores. En las películas de Sirk, incluso zombies como Marianne Koch y Liselotte Pulver parecen auténticos seres humanos en los que podemos y queremos creer. Realmente he visto muy pocas películas de Sirk. Quisiera haberlas visto todas, sus treinta y nueve películas. Si lo hubiese hecho, quizá habría ahondado más en mí mismo, en mi vida, en mis amigos. He visto seis películas de Douglas Sirk. En ellas estaba lo más bello que hay en el mundo.

(Nota del editor: Durante el invierno de 1970, el director Rainer Werner Fassbinder descubre el cine realizado en Estados Unidos por Douglas Sirk. Este hecho supone un impacto tan grande en el realizador alemán que le conduce hacia lo que sin duda será lo más característico de su obra: El melodrama estilizado, distorsionado, manierista, excesivo, distanciado de forma grotesca para provocar la reflexión en el espectador. Hasta entonces, el cine de Fassbinder había oscilado entre la influencia de géneros tradicionales del cine norteamericano (sobre todo el de gangsters) y la estela de los primeros Godards (es significativo el hecho de que fuese Vivir su vida una de sus películas preferidas), sin olvidar nunca el tono melodramático que poco después perfeccionará y que marcará el resto de su obra hasta su muerte en junio de 1982. Profundamente “tocado” por ese descubrimiento, viaja a Suiza para entrevistarse con Sirk y en febrero de 1971 publica en la revista Fernsehen und Film un artículo sobre seis películas de la última etapa norteamericana de su compatriota. La admiración mutua que sintieron ambos fue tal que en 1977 Fassbinder protagonizó un corto de su Dios titulado Bourbon Street Blues. El texto de Fassbinder fue publicado en el suplemento La cultura en México, de la revista Siempre, en una traducción del crítico Jorge Ayala Blanco, que es la versión que estamos publicando aqui).

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