No hay que ser un premio Nóbel en economía para saber que el debate sobre los inmigrantes en Estados Unidos, tiene su base en los temores sobre el impacto en los salarios. Pero por coincidencia Joseph Stiglitz, piensa lo mismo y el si es, un Nóbel de economía.
Según Stiglitz: "La preocupación es que los inmigrantes pueden ejercer presiones a la baja en los salarios, es decir, una mayor oferta de trabajo no calificado tendería a reducir las remuneraciones de estos trabajadores".
Los Demócratas, por lo general, siempre han estado en contra de la inmigración. Como partido defensor e integrador de los poderosos sindicatos, siempre han visto a la inmigración como un peligro para la estabilidad salarial y para el mercado de trabajo. Al no haber en Estados Unidos las "compensaciones laborales y seguros de desempleo y sociales que en Europa, los inmigrantes trabajan más por menos y, además, tienen el sueño de progresar, de mejorar económicamente en su vida y en Estados Unidos", asegura Jose Maria Barrionuevo, analista económico.
Sin embargo, el laureado economista aclaró que "Estados Unidos es completamente dependiente de ese trabajo".
Y no es para menos. Los números hablan por sí mismos. El Departamento de Estadísticas de Trabajo estima que 48% de los nuevos puestos de trabajo generados entre 2002 y 2012 serán ocupados por trabajadores con diploma de educación secundaria o sin completar.
Si se toma en cuenta que en el 2003 los estadounidenses adultos, que no tenían diploma secundario representaban menos del 13%, en comparación al 32% de residentes extranjeros en EE.UU. sin diploma; es fácil darse cuenta cómo Estados Unidos dependerá en el futuro de los inmigrantes para cubrir sus necesidades de trabajadores no calificados.
A lo que se le agrega los pronósticos poco alentadores de algunos analistas, que estiman que la economía estadounidense no creará los suficientes puestos de trabajo para hacer frente a la jubilación de los llamados "baby boomers", es decir, aquellos que nacieron entre 1946 y 1964, y que en el 2010 estarán listos para el retiro.
Con lo que los inmigrantes se vuelven aún más indispensables
Muchas veces los inmigrantes realizan los trabajos que los estadounidenses no quieren o no les gustaría realizar, en condiciones de trabajo y salariales precarias.
Según una encuesta realizada por el Centro Hispano Pew, una organización sin fines de lucro, los inmigrantes mexicanos -que representan el 31,1% de los 36 millones de residentes nacidos en el extranjero que viven en Estados Unidos-, vuelcan su fuerza laboral en tres áreas que juegan un rol central en la economía estadounidense: los servicios, la construcción y la manufactura.
Mientras que un abultado porcentaje de esos mexicanos inmigrantes trabaja en la agricultura y en el pequeño comercio. Un patrón que se repite entre las restantes comunidades latinas viviendo en el país.
En Estados Unidos las Agencias Federales tienen prohibido por ley el cruzar los datos fiscales y de entrada en el país, por lo que se produce la paradoja de que millones de ilegales pagan religiosamente sus impuestos anualmente. Esa "singularidad" del sistema, es lo que les puede permitir el acceso a la ciudadanía americana y a la legalidad incluso 20 años después de haber entrado de forma ilegal en el país.
Los inmigrantes no sólo contribuyen a la economía estadounidense con su fuerza de trabajo; también lo hacen impulsando el consumo y contribuyendo al seguro social.
Según datos de la Cámara de Comercio Hispana, el poder de compra de la comunidad latina ha crecido a US$700 mil millones y se espera que se multiplique en los próximos años; mientras que su contribución al seguro social se estima en US$500 mil millones para el período 1998-2022.
El impacto económico de estos inmigrantes también se hace sentir en Latinoamérica y el Caribe, donde "los países buscan cómo maximizar el uso de las remesas", aseguró Stiglitz.
Los inmigrantes latinos, de los cuales el 25% vive en la pobreza, envían en remesas un promedio de US$2.800 al año, equivalentes al 15% de sus ingresos totales.
El BID estima que el 60% de los inmigrantes envía remesas regularmente, un tercio de ellos viaja una vez por año (lo que incentiva el turismo y el transporte), el 65% llama a casa semanalmente (alentando las telecomunicaciones) y el 73% compra productos nostálgicos o hechos en el país de origen (dándole un impulso al comercio).
Todas estas cifras no hacen más que demostrar el poder que tienen los hispanos y hacen posible vaticinar que éstos harán escuchar cada vez más fuerte su voz, para que tanto los gobiernos como la comunidad internacional respeten sus derechos y reconozcan de una vez por todas, el papel primordial que juegan en la economía mundial.
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