Sin embargo el presidente anuncio hoy un “nuevo comienzo” para promover la reforma migratoria. Muchos creen, con razon, que esta medida tiene fines electorales de cara a los comicios de 2012.
Todos sabemos que la oportunidad de pasar la Reforma de la Ley de Inmigración y el Dream Act se dio hace tres años, cuando los demócratas tenían mayoría en las cámaras y Obama contaba con el apoyo de la población. Ahora, con el Congreso en contra el “nuevo comienzo” terminará nuevamente en palabras, porque los republicanos no van a pasar una ley que facilitaría la reelección presidencial a Obama.
Pero entonces ¿porqué lo hacen?. El calculo podría ser que el debate nacional de una reforma migratoria, podría desenmascarar aun más la política racista y antiinmigrante de los republicanos; y, a los latinos no les quedaría más recurso que votar por Obama.
Algo similar a lo que ocurre hoy en el Perú, donde el célebre derechista y Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, se ha visto obligado a anunciar su apoyo al izquierdista Ollanta Humala en la segunda vuelta electoral, con tal de no elegir a la hija del exdictador Alberto Fujimori.
El “nuevo comienzo”, parece una estrategia electoral de Obama para consolidar su bamboleante reelección, ya que la comunidad inmigrante no es la única a la cual ha decepcionado. Muchos de sus más fieles seguidores, a lo largo de su presidencia, tuvieron la misma suerte.
Por ejemplo: extendió los recortes tributarios para los ricos que caracterizo a la era Bush. La reforma del sistema sanitario no incluyó la “opción publica” y dejo a muchos inmigrantes sin seguro. Recientemente, en medio de una frenética batalla para negociar el presupuesto nacional, Obama, lejos de desenmascarar la farsa del GOP, aceptó recortes históricos a programas que conforman la red social de apoyo a los más necesitados, en medio de una crisis económica.
La falta de liderazgo del presidente Obama, podría ser la principal razón del fracaso de su gobierno por sacar adelante una reforma del sistema migratorio. Recordemos que una vez elegido convocó a una reunión en la Casa Blanca a demócratas y republicanos y, una hora después, declaro a la prensa que no había “apetito” por una reforma migratoria en el congreso y se olvidó de los inmigrantes.
Gracias a la perseberancia de representantes como Luis Gutierrez el proyecto de ley para lograr una reforma volvió a las cámaras. Pero algunas voces, como la de Nancy Pelosi, advirtieron que se necesitaba el liderazgo del presidente para lograr consenso, especialmente en el Congreso donde los republicanos y demócratas conservadores en bloque, atacaban la reforma. Obama no hizo nada más que dar un discurso y regresar a su retórica improductiva sobre el tema. La ley se archivo.
Más tarde, con miras a salvar las elecciones de noviembre, el Dream Act volvió a la palestra y nuevamente la comunidad Latina, cifro sus esperanzas en que los demócratas y el presidente, harían un último esfuerzo por darle un futuro digno a los estudiantes latinos indocumentados, pero ya era tarde, tanto republicanos como demócratas, unidos en su deseo por conservar sus escaños, por encima del futuro de los jóvenes, le cerraron el camino al Dream Act.
Lejos de buscar una reconciliación, el presidente aplicó una política de mano dura contra la comunidad latina y en lo que va de su gobierno ha deportado a más de un millón de inmigrantes. Todo un record que ni Bush alcanzo a establecer.
De la impotencia gubernativa, dice Balmes, nace el pandillaje. El daño que le ha inflingido el gobierno federal a la comunidad inmigrante por no hacer una reforma migratoria, ha permitido que los inmigrantes queden a merced de racistas, ultraderechistas, que gravitan en el Tea Party, y oportunistas que desde sus escaños en los parlamentos estatales capitalizan politicamente atacando a los inmigrantes con leyes draconianas para hacer carrera política. El veterano senador John McCain, por ejemplo, consolidó su reelección apoyando a los antiinmigrantes, apesar de haber sido uno de los pocos republicanos que apoyaron al senador Edward Kennedy en su histórica campaña por lograr la reforma migratoria.
Sin embargo, ahora Obama quiere repetir su libreto del 2008 y hacer lo que el mismo criticó, en un discurso en Texas durante su eufórica campaña electoral: ” no se puede jugar con los inmigrantes como si fueran una pelota de fútbol”, dijo. Pues tal parece que ahora se apresta a hacer el “play de honor” para prometer algo que todos sabemos no va a ocurrir sin el el apoyo de los republicanos; los cuales han demostrado, a lo largo de todo este tiempo, que no quieren ninguna reforma y que están dispuestos a jugar en contra con tal de ver su sueño hecho realidad: reconquistar la Casa Blanca.
Mientras tanto el acelerado crecimiento de la última década consolidó a los hispanos como la primera minoría de EE.UU, pues ya son 50,5 millones de personas, un 16,3% de la población, según las cifras divulgadas por la Oficina del Censo.
Los resultados del Censo 2010 son especialmente importantes porque con ellos se realiza el proceso de redistribución de los distritos electorales en el país de cara a las elecciones presidenciales y legislativas de 2012.
Desde el último censo, en el año 2000, la población hispana aumentó 43%, pasando de 35,3 millones de personas a 50,5 millones, lo que significa que actualmente uno de cada seis estadounidenses tiene orígenes hispanos.
Lo cierto es que el problema inmigrante esta subordinado al nefasto juego político de Washington. Lo cual, en realidad, es un acto suicida para sus protagonistas, por que a pesar del peso demográfico de la comunidad inmigrante y de que su importancia como bloque de votantes es cada vez mayor, la Casa Blanca y el Congreso siguen sin reformar las leyes de inmigración. Como diría Orison Sweet Marden: “ la mente negativa nunca logra nada, solo desgarra y destruye”.
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